Reflexiones semanales: el sentido de la vida

Esta semana otro pensamiento recorre todas mis tareas, mis trabajos, mis rutinas. ¿Cuál es el sentido de todo lo que hago? ¿Para qué trabajo? Ya sé que es para pagar servicios, comprar comida, es decir, las cosas básicas para mantener un cuerpo vivo. Pero qué más. Si estoy viva qué tengo que hacer. ¿Tengo una misión? ¿hay un objetivo? ¿Hacia dónde hay que llegar? ¿Qué hay que conseguir? Observo a las personas tratando de pensar qué es lo que los motiva, qué es lo que los hace vivir, por qué se levantan todos los días. Veo que algunos viven por sus hijos, trabajan para que no les falte nada. Los recién casados proyectan hacia el futuro y mientras tanto ordenan sus casas, mejoran sus muebles, ahorran para viajar, planifican. Los solteros gastan lo que ganan en todo lo que los haga sentirse bien: un auto, un buen departamento, buena ropa, viajes...

¿Y cuál es el fin de todo esto? ¿Qué hay que hacer? Siendo mujer tengo varias cosas que debo hacer: verme bien, es decir, tener ropa presentable, sexy, juvenil. Debo tener el pelo lo mejor que pueda. Debo trabajar para cubrir mis gastos. Debo estudiar para tener un título. Debo formarme intelectualmente. Debo hacer ejercicio para estar físicamente bien porque no puedo permitirme tener kilos de más. Muchas de esas cosas me faltan, pero si hiciera todo lo que hay que hacer ¿me sentíria feliz? ¿Sería garantía de felicidad?

Cuando era una nena creía que el mundo adulto me daría respuestas. Pensaba que los adultos sabían lo que hay que hacer en cada situación, que pensaban antes de actuar, que no se comportaban como adolescentes. Después me di cuenta de que no existe la adultez en esos términos. Seguimos siendo nosotros mismos un poco más maduros como si fuéramos niños grandes. La adultez no es sinónimo de felicidad.

Y lo peor de todo es cuando te sentís confundido y no sabés si estás haciendo las cosas bien. Cuando ya no estás seguro y cuando no estás conforme con vos mismo. Bueno, a veces me siento así. Nada me satisface y nada de lo que hago me llena. En esos momentos la vida pierde sentido. La felicidad es algo lejano, disponible para los demás porque uno no es como los demás, porque uno a veces siente que no se lo merece. Y queda la duda, o la recriminación, de si hice las cosas bien. Si ha sido lo suficientemente hermoso. Ahí es cuando la luz que hay en nosotros se va.

La pregunta es: ¿qué estamos haciendo por nuestra felicidad?

Comentarios